Mercados a la espera: ¿prepara la Fed un cambio de rumbo?

May 30, 2025 by
Mercados a la espera: ¿prepara la Fed un cambio de rumbo?
Francesca Sarcina

Tras más de dos años de políticas monetarias restrictivas, el mundo financiero vuelve a preguntarse por un acontecimiento que, durante meses, parecía pospuesto sine die: la bajada de los tipos de interés por parte de la Reserva Federal. A principios de junio de 2025, las señales que llegan desde Washington son más ambiguas que nunca. La inflación, verdadera estrella de la última temporada, ha comenzado finalmente a converger hacia el objetivo del 2 %, con el IPC (Índice de Precios al Consumo) situado en el +2,3 % anual. Un dato alentador si se compara con los picos superiores al 8 % alcanzados hace apenas dos años.

Pero los mercados saben bien que, en la mente de la Fed, la tasa de inflación es solo una parte del panorama. La otra es el crecimiento económico, que en el primer trimestre del año se contrajo un 0,2 %, según datos de la Oficina de Análisis Económico. No es un colapso, pero sí una clara señal de desaceleración en un contexto global incierto y cada vez más fragmentado. La debilidad del consumo, el aumento de las importaciones y la caída del gasto público han contribuido a este retroceso del PIB estadounidense, haciendo que el espectro de una recesión técnica vuelva a aparecer en el radar de muchos analistas.

El presidente de la Fed, Jerome Powell, aún no se ha pronunciado sobre un calendario concreto. Sin embargo, otros miembros del FOMC han comenzado a lanzar mensajes más explícitos. Austan Goolsbee, presidente de la Fed de Chicago, declaró recientemente que «el banco central probablemente está en camino de reducir los tipos de interés a corto plazo en los próximos 12-15 meses», siempre que persistan las condiciones económicas actuales. Christopher Waller, gobernador de la Fed, reiteró que los recortes de tipos siguen «en segundo plano» y que, a pesar de las incertidumbres introducidas por la nueva ola de aranceles comerciales, el escenario sigue siendo favorable para una relajación gradual de la política monetaria.


Y es precisamente en el frente geopolítico donde se juega una de las partidas decisivas. El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca ha reavivado la guerra comercial con China. En abril, la administración aumentó los aranceles sobre algunas importaciones hasta el 145 %, para luego reducirlos parcialmente al 30 % tras la presión de los lobbies industriales estadounidenses. Este movimiento en acordeón ha introducido una nueva volatilidad en las cadenas de suministro mundiales, amenazando la frágil estabilidad de los precios recién recuperada. Sin embargo, la combinación de medidas proteccionistas y el retorno de la inflación ha complicado la tarea de la Fed, que ahora debe decidir si recorta los tipos en un contexto de crecimiento lento, pero aún cargado de posibles choques exógenos.

Mientras tanto, los mercados financieros han comenzado a posicionarse. El S&P 500 ha ganado más del 6 % en las últimas seis semanas, con el Nasdaq subiendo un 8 %, impulsado por el repunte de los valores tecnológicos y el renovado optimismo sobre el fin del ciclo restrictivo. Los bonos del Tesoro a diez años, por su parte, oscilan en torno al 4,4 %, por debajo del máximo alcanzado el pasado mes de octubre, lo que indica un aumento de la demanda de valores de renta fija a la espera de una nueva fase de flexibilización monetaria.

Los efectos sobre las diferentes clases de activos son visibles. La renta fija vuelve a atraer el interés, sobre todo entre los inversores institucionales que buscan duración tras años de posiciones ultracortas. El dólar ha mostrado una ligera debilidad, mientras que el oro, tradicional valor refugio, ha alcanzado los 3.330 dólares la onza, impulsado tanto por las expectativas de recortes de tipos como por las tensiones geopolíticas. Más difuso es el panorama para los mercados privados, que podrían beneficiarse de una mayor liquidez y de la bajada de los tipos, pero siguen expuestos al riesgo de revisión de los múltiplos en un contexto de crecimiento débil.

Para los inversores y los asesores financieros, esta fase exige lucidez y visión de futuro. El principal riesgo no es tanto un error de timing, sino una interpretación errónea del contexto: una posible bajada de los tipos no supondría un retorno al ciclo de expansión fácil de la última década, sino más bien una respuesta técnica a una desaceleración fisiológica de la economía mundial. En este contexto, la diversificación sigue siendo el mejor aliado, al igual que una selección cuidadosa de estrategias no direccionales, capaces de rendir incluso en escenarios laterales.

Además, para quienes gestionan carteras de clientes con horizontes a largo plazo, el mensaje central sigue siendo el mismo: no perseguir el corto plazo, sino construir estrategias coherentes con los objetivos de vida reales, resistiendo la tentación de seguir los pasos de la Fed. El papel del asesor no es predecir los tipos, sino ayudar al cliente a mantener el rumbo en cada fase del ciclo.

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